domingo, 3 de abril de 2016

Entre el fin y el principio.

Por fin llegamos. Ya necesito estirar las piernas.

Bonita forma de pasar los últimos días de verano. Debí de haberme negado a venir con los locos. Maldito pueblo perdido en la nada. Y el doctor parece siempre inmiscuido en sus pensamientos, en doce horas de viaje no hizo más que dormir y preguntarme por los emparedados. Vaya loquero, si hasta a mí casi logra desquiciarme. Quién sabe si esté casado. Seguramente no. ¿Quién aguantaría ese silencio? Si a mí, que ya llevo ayudándole un buen rato apenas y me habla, ¿qué será de los demás?

-    Lleva las maletas al cuarto de abajo. Cámbiate de ropa y nos vemos enfrente del hospital en quince minutos. Iremos a ver al paciente de inmediato. Está grave, tal vez necesite tu ayuda para sujetarlo.

-      Claro, doctor Mann.

¿Qué se supone que uno debe de ponerse para sujetar a un loco? Entre que lo dijo por cortesía, entre que seguramente ya apestamos por el viaje y entre que hay que lucir más profesionales de lo que somos. Las batas blancas te dan autoridad… Ahhhhh….no cuando les faltan botones. Después lo coceré. Si no, tal vez me despida porque el loco se le echó encima y yo no estaba. De todas formas, para cómo suena la visita de hoy, tal vez tendré que cocerle a la bata otro par más.
Ahí está el doctor. No es más que una sombra alargada esperando. ¿Cómo explicarle lo del botón a una criatura así?

-       Perdone la tardanza, tuve un contratiempo con…

  Vamos a ir al pueblo. El paciente no está internado en el hospital. Tal vez tengamos que traerlo nosotros.  Apúrate y no te quedes atrás. Quiero acabar con esto rápido.

Me equivoqué. Este lugar es especial después de todo. Me puedo olvidar del tiempo, porque el tiempo aquí no existe. Desde lejos aún se veía como el paisaje amarillo engulle el pueblo, se funde con la nada. Ahora mis zapatos resuenan con ecos secos por el camino de piedra, siguen el ritmo de las canciones de las cigarras…esas que hipnotizan. Dios mío, el calor me mata y ya empecé a delirar. Me parece que ya oigo gruñir al doctor porque me he quedado atrás. Seguramente pensará: Justo lo que le dije y eso hace. Pero cómo no distraerse cuando se trabaja afuera y no dentro de un sombrío edificio…Parece que aquella es la casa. Se metió y ni siquiera me esperó.

Uffff…malditas escaleras, justo vengo de correr y sólo eso me faltaba. Me lleva…no vi en qué habitación entró el doctor.

¿Qué rayos es eso? ¿Será el loco que grita así? Parece un animal que ha olido su muerte. Un cerdo en el matadero. El ruido aumenta de intensidad y desesperación. Será aquí…

¡Dios mío! ¡Pero si es tan sólo un niño!  Se retuerce y grita, como si supiera el dolor de toda una vida, como si supiera del desamor y de la vejez. Se araña y se muerde, odia su existencia.

-¡¿Qué haces ahí con los ojos como naranjas?! Ayúdame a sujetarlo, lo tengo que sedar.

¿De dónde lo agarro? Es un gato salvaje, pero es frágil como un polluelo. Por fin se detuvo. Se quedó quieto en mis brazos.

-¡¿Qué le has hecho?!

- Nada Doctor, ¿qué pasa?

- ¿Por qué se ha detenido? Aún no le administro el calmante.

Ahora si tengo miedo. Nunca había visto al Doctor alterarse. ¡¿Lo habré matado?! ¿Habré matado al niño? Siento nauseas, mis oídos…zumban. Necesito sentarme. Pobre de su madre, el terror en su mirada. Menos mal que sigue vivo. Si el pequeño no, yo casi muero del susto.

El doctor lo está cargando. Supongo que él también pensó que este era el momento de llevarlo con nosotros al hospital psiquiátrico. Se ha ido corriendo. Las pisadas sobre las piedras se agitan como mi corazón. Las ventanas del hospital brillan con el reflejo del sol sobre ellas. Me dejaron atrás de nuevo. El doctor ya no necesita de mí. Tengo que admitir que es un sentimiento amargo. ¿Ahora qué hago? ¿De qué forma absurda pierdo mi tiempo para no sentirme tan inútil?  Sólo queda esperar.

-      - ¿Me permite sentarme justo a usted?

-      ¿Por qué no lo permitiría?

Ahora que lo pienso, tal vez si haya un porque. Ese tipo no ha dejado de verme los últimos 10 minutos.

-       Pobre niño. No sabe nada de la vida aún y ya tiene que defender su posición en ella.

¿De qué habla?

-       ¿De qué habla? El niño está enfermo. El doctor le dará medicamentos que le ayuden.

-     ¿Cuáles medicamentos? Los medicamentos no sirven para salvar el alma. Ningún tipo de medicamento ahuyenta a esos.

¿Alma? Vaya clérigo lunático. Seguro es de esos que vienen a poner las almas de los locos en su lugar con horas de sermones somníferos y agua bendita a la cara para despertarlos.

-        Ya veo. Es usted padre entonces.

-       Ja ja ja ja yo soy el que ve que nadie se toma en serio las almas. Ni siquiera las propias. No soy padre, esos tampoco saben de lo que hablan. Soy físico. Y estoy aquí porque la mayoría de la gente piensa como usted. Cree que no estoy bien de la cabeza. Créame que lo estoy y sé muy bien de lo que hablo.

Tal vez debería de inventarme una excusa para irme. Ya sabía que este es un chiflado, se le ve en la mirada.

-       Se va. Siga así. Al fin que todos son tontos y ciegos. No sé para qué vine aquí ni porque le intento ayudar. ¿Sabe qué les ocurre a los poseídos?

-         ¿Les entran demonios al cuerpo?

-      Demonios como usted y yo. Espíritus que fueron personas algún día y no se han podido desprender de este mundo. Desesperados, buscan recuperar su corporeidad. No entienden lo que les ocurre y lo desconocido es miedo, terror. Quieren una vida de regreso a toda costa, hacerse de un cuerpo puesto que han perdido el suyo. Es estar en la nada, entre el fin y el principio de la existencia material, de la vida. Esos son peores que demonios, pues tienen más razones para desear lo que ya conocen, querer acabar con un estancamiento eterno siendo ignorados, solitarios. No sólo tienen más motivos, también menos consideración o compasión por los vivos. Intercambiarían su lugar con cualquiera.

-        ¿Y qué pasa mientras con el alma del poseído?

-       Permanece en su cuerpo y lucha por recuperarlo, cómo el caso del niño, lastimándose a sí mismo. La persona se vuelve alguien diferente, un enfermo mental que vive confundido por todo lo que está pasando.  Dos almas rara vez pueden coexistir en un cuerpo.  Cualquiera de los dos espíritus pueden irse, si encuentran la luz. De no ser así, se adapta a su nuevo cuerpo y se hace pasar por otro.

No puedo creer que estoy escuchando al loco. Ahora quisiera que alguien me salve, venga y me diga que está loco, que no hay espíritus desesperados por robarse mi vida o la de cualquiera. Pero y si…

-        ¿Cómo se salva a la persona? ¿Cómo salvar al niño de ser verdad todo esto?

-       Siendo listo. Dándole una buena razón al espíritu para salir del cuerpo que intenta poseer. Yo diría; con astucia.

-        ¿Y qué puede decirle a un alma para convencerla de morir de nuevo?

-        Eso le corresponde a usted averiguarlo. Adiós.

¿Eso me corresponde a mí averiguarlo? Le corresponde al Doctor Mann, no a mí. Pero si le hablo de esta plática me va a internar también o mínimo me despide. ¿Qué decirle a un alma para convencerla de morir de nuevo? Los sueños les hablarán al niño y a su visitante en mi nombre.

-        Hola. ¿Pueden escucharme?

Todo tiene un origen y un final. Las personas, las flores, las estrellas, el universo. La vida es eso que pasa en medio, el trayecto. El camino que transcurre de inicio a fin. ¿Cuantas veces no me he preguntado cuál es el sentido de vivir? ¿Levantarse, hacer? Si todo acaba, si sólo es repetir un ciclo. ¿Cuál es la razón de existir del universo? ¿Tiene que haber una, no? Todo ocurre por una razón. Originarse, cambiar, crecer, morir. Es un ciclo para preservarse, para hacerse eterno. ¿Pero para qué quiere el universo ser eterno? La razón de que existan un origen y un fin, es para darle oportunidad de existir a lo del medio, porque eso que pasa en medio es lo importante.  El camino es aquello que hace que cambie, que se vuelva funcional y se adapte. Sin final, ni camino, no habría otro origen. Un universo dónde todo es posible se ha creado para que existas tú y cambies en algo el camino de ese universo. Porque todos somos uno, sólo que prestamos demasiada atención a las barreras físicas. Todos fuimos estrellas, fuimos soles… la materia no se crea, no se destruye, pasa por ciclos. Quedarse en este ciclo es estancarse, pues las personas nunca sabrán ¿qué es realmente el universo? Condenados aquellos que tengan que vivir por siempre entre dramas y caprichos humanos cuando pueden volver a las estrellas, a los árboles que ven el mundo crecer, al agua que pasa por mil vidas.

Al parecer me quedé dormido a los pies de la cama del niño y ya es de día. El pequeño despertó antes que yo y ahora me mira divertido limpiarme la saliva con la mano. El doctor ha entrado con la noticia de que el paciente parece estar bien y debemos volver a la ciudad para ver a otro caso.

Vaya noche, ¿habré soñado todo? ¡No! Ahí está el hombre de ayer, el físico. Sentado en una banca. Iré a saludarlo, a decirle que tal vez su verdad no está tan equivocada.

Ni siquiera me mira.

-        ¿Hola, me recuerda?

-        No, ¿quién es usted?

-        Soy con quién habló ayer, me contó que es físico. Me aconsejó qué hacer con el niño.

-        ¿De qué me habla? Yo no soy físico. ¿Cuál niño?

¿Por qué se interpone la enfermera? ¿No ve que le estoy hablando?

-        Déjelo, el señor tiene esquizofrenia. Sea lo que sea lo que le ha dicho, ignórelo.

-        ¿Me permite despedirme? Es un viejo amigo.

-        Claro, no se tarde. Iré por su pañal y regreso. No lo altere.

-       Lo que hay entre el inicio y el fin es vida y para cada quién es muy diferente, pero ningún vivo tiene noción de lo que ocurre después. Algún día, tú y yo, como nuestro amigo, por fin averiguaremos lo qué hay entre el fin y el principio.


M.





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