Los amantes y la muerte
Estaba la parca
buscando,
ahora a
quien llevar,
al
otro mundo cantando,
sin
prisa por llegar.
A lo lejos vio a dos
amantes,
que abrazados en una banca hablaban,
intercambiaban miradas centellantes
y con dulces
voces su amor se declaraban.
La flaca feliz por la
presa
se
ingeniaba como proceder
y
al fin sin desidia ni pereza
se
dispuso sus almas a obtener.
Vistió se cual un
pordiosero,
y cuando al fin se acercaba,
se
precipitó un aguacero,
que
a la parca la tarea dificultaba.
Los fieles amantes
se
quedaron bajo la lluvia creciente,
pues sus corazones cantantes
calentaban el hostil ambiente.
La parca se quedó a
escuchar
palabras
dulces como la miel
y al amor más puro y cierto
presenciar
su
alma fría se encontraba a flor de piel.
No pudo ella tentar
contra lo visto
se quedó
hasta el amanecer a admirar
a deleitarse de la vida y del amor de improvisto
sin acordarse de lo que venía a realizar.
Pero bien así como es
la suerte,
jugando con la vida y el destino
tan
impredecible como la misma muerte,
escogió para los amantes un mal camino.
La frágil criatura,
fémina sería,
palideció y enfermó al día siguiente,
pues esa
noche la impía lluvia caía,
helada y húmeda
sobre su corazón caliente.
Al poco tiempo la
enfermedad se agravó,
la iba consumiendo poco a poco,
lentamente
y una astilla de profunda tristeza se clavó
en el corazón del amante dolorosamente.
La flaca a diario les
veía,
compadeciendo
su desdicha,
pensando que no
ella, sino la lluvia sería,
su verduga susodicha.
La bella joven al fin
se cansó
de tanto sufrir aquella proeza
cuando
por fin a la semana murió
el corazón de su
amante estallo de tristeza.
La parca sabiendo su
trágica historia de amor,
triste sus almas recogió,
las juntó de nuevo en una flor
y un lugar tranquilo
donde plantarla escogió.
La brillante y bella
flor acariciaba,
sobre amor
y suerte, vida y muerte le cantaba,
y consigo a todas partes la llevaba,
pues cempasúchil la llamaba.
Kalinova Jelezova
Mariela
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